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Cómo Llegué a la Trata de Personas

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Advertencia: Esta serie de posts tiene contenido sobre abuso sexual y violencia.

Mi nombre es Carmen y soy sobreviviente de la trata de personas.

Soy de nacionalidad mexicana, pero actualmente resido en los Estados Unidos. Aprendí inglés y ahora me dedico al cuidado de la salud mientras estudio para obtener mi diploma de high school. Mi meta es ser doctora o trabajadora social, especialista en el trauma de la trata de personas.

Crecí en una comunidad rural de México. Mi familia era de muy bajos recursos. La mayor parte del tiempo la pasábamos en el campo, un lugar a cuatro horas de distancia del pueblo a donde teníamos que viajar a pie todos los días para ir a la escuela.

Cuando era pequeña soñaba con ser doctora o científica. Con esos pensamientos fui creciendo y aunque, por la situación económica de mi familia, era casi imposible para mí ir a la escuela y seguir adelante, yo me propuse que sí lo haría.

Completé la primaria y decidí salir de mi pueblo para superarme. Con unas de mis primas y con el permiso de mi mamá, viajé a Puebla para trabajar y así poder seguir estudiando.

A lo largo de las próximas semanas y en el marco de la nueva campaña de concientización de Polaris, “Únete a la Solución, les relataré un poco de mi vida en la trata de personas.

Creí que era mi amiga

Todos mis sueños se opacaron y mi vida parecía terminar cuando un hombre y sus acompañantes me secuestraron con la ayuda de una compañera de mi trabajo. Ella se llamaba *Rosi. Apenas la conocía, pero creí que era mi amiga.

Rosi era una muchacha mayor de edad. Conocía bien la ciudad en la que vivíamos en el estado Puebla y sabía usar el transporte público, pues había nacido y crecido allí.

En cambio, yo era una adolescente provinciana de apenas 14 años que nunca antes había vivido en la ciudad. La desconocía y tampoco sabía usar el transporte público, lo que era un reto para mi prosperidad, pero aun así yo no me desanimaba de mis sueños.

Un día, Rosi llegó a donde yo vivía, pues había conseguido mi dirección en el trabajo para invitarme a salir.

Con el permiso de mi prima, acepté ir con Rosi, quien prometió regresarme a casa antes del anochecer. Era un domingo por la tarde cuando fuimos al parque central más cercano a la colonia. Era la primera vez que salía, desde haber llegado a la ciudad. Todo era nuevo para mí. Sabía poco, no solo de la ciudad sino también, a esa edad, de los peligros de la vida, y me confié.

Estábamos caminando por el parque cuando un hombre bien parecido se acercó a mi amiga y nos saludó. Entabló conversación con Rosi, pues se habían gustado uno al otro, y al rato nos invitó un helado. Casualmente apareció un fotógrafo y un hombre con el “pájaro del amor”, un pájaro que supuestamente adivinaba el futuro.

El pájaro sacó un pequeño rollo de papel para ella y otro para mí. Rosi y el chico se tomaron una foto del recuerdo y luego una para los tres. Al fotógrafo se le dañó la cámara y no pudo revelar las fotos instantáneas, así que nos dio un recibo para que regresáramos el siguiente domingo a recogerlas. Rosi guardó el recibo. Jaime, su nuevo amigo, se despidió y nos regresamos a casa.

El siguiente domingo, de nuevo fue Rosi a mi casa a pedir permiso para que yo saliera con ella a recoger las fotos. De nuevo acepté, pero al caminar dos cuadras con Rosi tuve un mal presentimiento y lamentablemente lo ignoré.

Al llegar a la esquina, se bajaron dos hombres de un auto y se dirigieron hacia nosotras. Era Jaime, el hombre del domingo anterior, y un desconocido que se presentó como *Rodo, el cual se acercó hacia mí. Mientras Jaime contaba que ya se había hecho novio de Rosi, Rodo me decía que era aún más bonita en persona que en la foto que le habían mostrado.

Entonces Rosi se apresuró en decir que ella y su novio ya habían recogido las fotos. “Ahora vamos un rato al parque y luego volvemos”, me dijo. “¡Súbete al coche”!

Todo pasaba tan rápido

Me sentía enojada, nerviosa, y confundida. No sabía qué decir o hacer más que ir al parque con ellos tres. Al principio me negué, ya que no conocía a esos hombres. Sin embargo, Rosi insistió, “Vamos sólo un rato y luego mi novio nos viene a dejar”.

Yo me preguntaba dentro de mí por qué no me había dicho antes que ya había recogido las fotos y por qué alguien más tenía que ver mi foto.

Inmediatamente Rodo me dijo, “Súbete al carro. Mira que no te vas a arrepentir. No haremos algo que te haga sentir mal, te lo prometo. ¿No te caigo bien?”.

Yo le respondí, “¡No! No me caes bien”.

Él vio la seriedad en mi rostro y se disculpó por lo que había dicho. Como todos insistieron, acepté ir con ellos bajo la condición de que regresáramos antes del anochecer, tal y como había prometido Rosi.

Para obtener ayuda o reportar un posible caso de trata de personas, llama a la Línea Nacional Contra la Trata de Personas (1-888-373-7888). Es un recurso gratuito, confidencial y anónimo que ayudará a cualquier persona que llama las 24 horas al día, 7 días de la semana, en tu idioma.

Esta es la primera entrada de una serie de cinco partes en los que Carmen, consultora y vocera de Polaris, cuenta su experiencia en la trata de personas. Esta serie forma parte de la nueva campaña de Polaris, “Únete a la Solución”, contra la trata sexual de mujeres y niñas provenientes de México y otros países de América Latina. Para acceder a más información y recursos, y para participar en la campaña, visita: www.laredhispana.org/unetealasolucion.

*Nombres han sido cambiados para proteger la privacidad de individuos.

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Need help? Polaris operates the U.S. National Human Trafficking Hotline.